jueves, 28 de noviembre de 2013

Estoy enamorada

Hoy quiero compartir con vosotros algo que hacía tiempo que no me pasaba, que no sentía. 

¡ESTOY ENAMORADA!

Y puedo decirlo sin que me tiemble el pulso. Sin que la voz se altere. Lo se firmemente. 
Y lo se, por que lo he puesto en mis redes sociales.
No ha faltado una: Twitter, Facebook, instagram…

Que bonita sensación. Que maravilloso sentimiento.

Aunque a veces me parece una responsabilidad estar a la altura de mi pareja. 
Me pregunto constantemente si estaré consiguiendo transmitirle todos los pensamientos que me evoca pensar en él. Intento que cada vez que ocurre, se entere el mundo.

En realidad creo que es una manera de dar seguridad a tu pareja. 
Es como cerrar puertas a los posibles babosos que te escriben al whatsApp, por ejemplo. 

Yo tengo la estrategia: ponte una foto con tu chico y que les den. Ahí claramente estas poniendo una barrera de contención. El que quiera saltarla, que se arriesgue a sabiendas de que la piscina puede estar llena o no.

Otra de las cosas que no pueden faltar cuando estás realmente enamorado es el Nick que pones para que lea la gente. El mío ahora es “juntos para siempre. Gracias por hacerme feliz cosita. TQ” y el suyo “Jamás imagine encontrarte y por fin estas en mi vida. Te amo”

Ves. Claramente se ve que nos queremos muchísimo.
Hay química, sin duda. Estamos en la misma onda.

Mi amiga Marta, por ejemplo, tiene una foto de perfil puesta con su chico y unas iniciales que se tatuó por él como estado de whatsApp.
¿Su novio? El escudo del Barça como foto y una frase de la peli “300” de nick.

Claramente no hay amor. No es correspondido. Marta no lo ve, se ríe cuando le pregunto si no va a tomar medidas al respecto. Según ella: “la gente es libre de querer a su manera. Prefiero que me lo demuestre con hechos cada día, que no públicamente con palabras. Y lo hace, vaya si lo hace…”

Pobre. No se da cuenta de que su novio pasa de ella.

El mío me quiere tanto, que cada poco cambia la foto y el estado. Cada vez que suena nuestra canción en algún sitio, lo pone en Twitter.

La gente nos envidia. Envidia nuestro amor puro y detallista. Y lo entiendo, aunque cada vez veo más parejas que quieren copiar nuestro secreto cibernético.

Quizás no nos vemos tanto como me gustaría, es verdad.
Pero con todos estos detalles públicos ¿quién necesita verse tan asiduamente?

Es decir, si yo salgo de trabajar a las 19:00 y el a las 21:00, pues en lugar de quedar a cenar, tener que ducharse, vestirse, arreglarse, desplazarse hasta el sitio, acabar tarde y levantarte al día siguiente reventado, quedamos por Skype y nos ahorramos todo el trajín.

Cenamos juntos en realidad, bueno, casi. Esa escena me parece mágica. Los dos delante de la pantalla, compartiendo momentos, contándonos el día… es precioso.

Aún no nos hemos ido a vivir juntos, pero por preservar nuestra intimidad y nuestra pasión.

Probamos a hacerlo y no funcionó. Discutíamos después del trabajo por tonterías. Así que decidimos tener un ciber-relación entre semana, colgados del teléfono y las redes.

Nunca más desde entonces hemos vuelto a tener una disputa… no recuerdo ni una sola discusión. Y claro, cuando nos vemos los fines de semana, nos cogemos con muchísimas más ganas. Es como empezar de nuevo.

Cómo nos queremos… 

Se que te puedes sentir intimidado con tanta muestra de afecto, con tanto detalle romántico, con esta relación idílica. Lo se. Pero, si te lo propones, con esfuerzo y dedicación, podrás ser tan feliz como nosotros...

Piensa que la verdadera felicidad es la que se cuenta a los cuatro vientos, la que se comparte con el mundo... 

O era al revés...

viernes, 25 de octubre de 2013

LAURA VII (LLEGA EL FINAL)

La intención era buena, pero solamente era intención…
No pegó ojo en toda la noche. 30.000 vueltas en la cama, que no era muy grande, pero que en aquel momento parecía enorme.

“Si tengo que optar por lo que quiero, es fácil… No me habría ido de casa. Además ahora parece que todo empieza a encajar: trabajo, escuela de danza, chico que me ilusiona…”

Se tumbó hacia arriba con los brazos colgados en el cabecero.

“claro que, si es lo que debo de hacer… está claro que mi hermano de 15 años se está comiendo un marrón que no le toca. Además entre mi padre y mi hermano no sabría decir quién es el más inmaduro, así que…”

Cerró los ojos fuerte. Cogió el edredón y se lo puso sobre la cara.
Eso de pequeña le funcionaba para dormir. Ya no era tan pequeña y el peso de la responsabilidad caía sobre los hombros como una mochila.

Encendió la lámpara de la mesita de noche y se levantó a coger el álbum de familia que, desde que murió su madre, no veía.
Respiró profundo antes de abrirlo.

“¡Mírate! Que bonita eres mamá. ¡Y mira al enano! Aquí debía de tener como 3 añitos…jejejeje, papá vaya pintas…”

Entre lágrimas y carcajadas pasaba cada página del álbum.
Ana entró en la habitación delicadamente.

“Lau ¿puedo hablar contigo?”
“Pasa tonta, no te quedes ahí”

Se metió con ella en la cama y las dos empezaron a contar historietas de pequeñas.

“Lau. Eres mi mejor amiga desde parvulitos. Y creo que nunca te he hablado como voy a hacerlo ahora. Tampoco nunca hemos vivido algo como lo de ahora. Pero lucha Laura. Lucha por tu felicidad, por tus sueños, por tu vida. Lucha por lo que crees y por lo que sientes en cada momento. La vida te ha dado uno de los mazazos más grandes que se pueden dar. Pero has tenido la fortuna de tener una madre maravillosa y saber qué es eso. Hay gente que ni se lo imagina, ni sabrá nunca que se siente… hagas lo que hagas Lau, estoy a tu lado. Estoy orgullosa de como estas afrontando las cosas y como le estas plantando cara a la vida. Y estaré orgullosa escojas el camino que escojas”

Ambas, que ya estaban llorando, se fundieron un abrazo…

“y si no eliges el camino del mazizo de tu vecino, no te preocupes, yo te lo cuido encantada…”
“¡¡Anaaaaaa!!”

Le dio un almohadazo en la cara que acabó con Ana por un lado de la cama y Laura por otro a “guerra de almohadas”

“Ana, gracias… siempre estas y sabes el momento exacto para estar. Te quiero”
“y yo boba. Descansa que mañana curras”

Sonó el despertador y parecía que acababa de cerrar los ojos.
Era el primer día en la clínica de fisioterapia y estaba algo nerviosa.

“Ey nueva y a la par reluciente compañera, ¡buenos días! ¿Lista?”
“¡Ey tío! A por todas…”

En hora y media se puso al día de qué tenía que hacer y dónde estaba cada cosa.
La jornada se pasó rápido, sin ningún incidente en su primer día.

“¡Hasta mañana Juanma! No he roto nada, ni matado a  nadie, que para ser el primer día no está mal…”
“Nada mal loca. ¡Hasta mañana! Ah! Intenta dormir algo anda, porque vaya ojeras tú…”
“lo mío se arregla durmiendo… ¿pero qué hacemos contigo?
“Vengaaaa… ¡zas! En toda la boca!”

Tocaba una de las dos cosas que más deseaba del día de hoy… María.
“¡Buenas tardes María! Mire, encontré esto en casa y pensé que le haría ilusión”
“¡Hola Angelico! ¡Has venido! … ¿y esto qué es?”

Abrió el paquete en el que estaban envueltas las típicas muñecas rusas, matrioskas, que estaban en su vida desde que tenía memoria. Eso si, estaban impolutas.

“El otro día me fijé que tenía un montón de figuras por la casa y no vi ninguna como estas… es tan común que pensé que debería de tenerla usted”
“cariño, es un detalle tan bonito… (Le dio un abrazo de los de verdad, de los que se sienten profundamente) pero pasa, que te he hecho cocido”

El tiempo con María era mágico. Las anécdotas de su vida, sus experiencias, la cantidad de cosas que tenía que aprender de aquella mujer…
Era reservada, pero aquella abuela le inspiraba toda la confianza del mundo, así que aprovechó la ocasión

“María, tengo una duda existencial que está acabando conmigo desde hace unos días”
“ay hija, no me asustes, cuéntame”

Puso al día a María de todo lo que le pasaba por la cabeza y la anciana fue contundente.

“Cariño, no hay mejor consejo a seguir que el que se da uno mismo. Las experiencias, las piedras del camino, las soluciones, los problemas… son diferentes en cada uno. Pero piensa que elijas lo que elijas, elije una vida de la que te sientas orgullosa. Y si no es así, elije empezar de nuevo”

No le dio la solución. Le dio algo mucho mejor, el camino para tomar la decisión.

“Es usted muy especial María, muchas gracias por todo…”
“Hija, no soy especial, soy vieja”

Al llegar a casa, Ana abrió corriendo la puerta

tía, tía, corre, vete a ver a tu chicarrón”
“¿qué te pasa chiflada?”
“correeeeee”
“pero déjame entrar y ducharme ¿no? ¡Que llevo todo el día fuera!”

Se abrió la puerta de Alex.

“¿Laura? ¿Puedo hablar contigo un momento?”
“¡¡Hola! Hola… ¡si! ¡Claro!”
“yo me quedo con esto”

Ana le cogió la mochila y la empujó hacia él.

“Pasa por favor…”
“gracias”

La casa era espectacular. Había juntado dos casas y hecho un loft, diseñado con mucho gusto.
A medida que fueron llegando al salón, atisbó sombras en la pared que se movían en aquella luz amarilla. Todo el salón estaba repleto de velas de distintos tamaños y formas.

En el centro una alfombra de pelo blanco y dos copas de vino posadas en una bandeja.

“vaya Alex, es precioso. ¿Qué celebramos?”
“El habernos encontrado”

La besó y ambos se sentaron en el suelo.

“¿Cómo estás Laura?”
“Bien, la verdad que sorprendida con esto y algo cansada del día, pero ahora muy muy bien… ¿y tu?”
“Loco por ti. Se que es precipitado, raro y todo eso. Y te aseguro que para mí lo es mucho más. Pero desde ayer la sonrisa no se me quita de la boca y tú no te vas de mi cabeza. Siento que la ilusión ha vuelto a mi vida y la verdad que esta vez no quiero perder la oportunidad de que se quede. No te asustes, es sólo que creo que nunca me he sentido así antes”
“¡No! ¿Cómo me voy a asustar Alex? Yo estoy como tú. Es solo que no es tan fácil sabes… ¿te acuerdas de la historia triste que no te quería contar?”
Era la segunda vez que contaba la misma historia en el día. Pero en este caso, no lo hizo desinteresadamente. Al contarle todo, esperaba en Alex una salida. Apoyo y aliento para sentirse arropada en su decisión. Un “voy a por todas contigo, decidas quedarte o irte”

“Entiendo… entonces ¿qué vas a hacer?”
“No lo sé, pero cada vez tengo más claro que no puedo ser feliz si se que mi hermano y mi padre no lo son…”
“Entiendo… ¿así que te vas? ¿Y nosotros? ¿De verdad no quieres saber a dónde podemos llegar con esto?”
“¿qué?”

Un jarro de agua fría. Otra vez. ¡¡Otra vez!!

“Te conozco de dos días. ¿De verdad crees que te voy a poner a la altura de mi familia? En realidad tenía dudas… pero me las acabas de quitar todas de golpe”
“Hombre, no pensarás en tener una relación a distancia desde ese pueblo tuyo…”
“¿Desde ese pueblo mío?

Se levantó de golpe. No pudo contener esa risa nerviosa que le salía cuando las cosas le daban rabia o impotencia.

“Si es que no aprendo… venga Alex, suerte con TU vida, TU felicidad y TU meta”
“¿Te vas? ¿Así, sin más? Al menos quédate un rato y nos acostamos ¿no? No sabes lo que te estas perdiendo...”


Salió gritando de la casa “¡GRACIAS!¡¡GRACIAS ALEX!!” y cerró la puerta del piso sin mirar un segundo atrás.

miércoles, 23 de octubre de 2013

LAURA (PARTE VI)

“maldito mico…”
“¿qué? Lau tía… ¿sabes quién es?”
“Ana, necesito estar sola, vengo ahora”

Cogió una chaqueta y las llaves, sin dejarle a Ana la oportunidad de decir nada más.
Bajó andando, estaba lo suficientemente nerviosa y ansiosa por salir, que el ascensor no era buena idea.
Se fue al sitio, a su rincón de Madrid.
Estaba a unos 25 minutos de casa, pero le daba igual. Necesitaba aire. Necesitaba decidir.

Ya en el Templo de Debot y después de sentarse en el borde de la fuente, sacó del bolsillo la carta que había encontrado en la caja.
Un párrafo, el párrafo que trastocó su plan:
 “Pero tu guerra ahora, es otra. Otra diferente a la mía, cuando en esta batalla deberíamos estar juntos”

“¿y qué se supone que tengo que hacer eh?”
Cogió entre sus manos el collar de su madre que tenía colgado al cuello.

“¿No se supone que la vida es una, que hay que luchar por los sueños, que hay que escoger el camino que uno considera que le hace feliz?”

Se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta y se tumbó sobre el murete de la fuente.
El cielo estaba estrellado con una inmensa luna llena iluminando las penumbras de Madrid.

“Si tú estuvieses aquí, nada de esto sería tan difícil… mamá, necesito que me des una pista. Recuerdo cada una de las conversaciones que  tuvimos, pero me debes las que quedaron pendientes, todas las dudas que ahora tengo y no te puedo preguntar. Todos los miedos, las inquietudes, los consejos que ahora me hacen tanta falta. ¿Debo de hacer lo que debo o lo que me gustaría hacer?”

“¡Hola! ¿Estas bien?”

Una cara del revés se puso encima de la suya.
¡Era él! Con su pantalón corto de correr y su camiseta blanca.
No lo volvió a ver desde ese “no reconocimiento” en el mismo lugar.
Esta vez no podía cagarla, estaba claro.
Esta vez se debía presentar como se debe a su “vecino el guaperas”

“¡Hola! Pero… espera un momento ¿cómo sabes que soy yo?”
“¿cómo dices?”
“¡Si! Si no me he presentado cara a cara, ¿cómo sabes que soy yo?”
“¿y cuál es la otra opción si no eres tú?”

Laura se incorporó y su vecino se sentó al lado.

¿te lo ha dicho el portero?”
“puede ser… o puede ser que al verte sepa que eres tú porque sólo tú puedes ser así”
“¿estás loco?”
“¿y tú?”

Se rascó la oreja izquierda mirándole a los ojos, y después de unos segundos, se puso el collar al cuello y siguió…

no sabes quién soy ¿verdad?”
“no tengo la menor idea, pero te puedo asegurar que está siendo uno de los momentos más raros de mi vida…”
“¿te parezco guapa?”
“Sin duda”
“¿por eso te has acercado?”
“En realidad si hubieses sido una anciana de 80 años, creo que lo habría hecho igualmente… no me gusta ver a una mujer llorar, sea como sea”
“ah… entonces ¿no quieres ligar conmigo?”

Un silencio entre los dos, mirándose a los ojos, fijamente.
No hubo respuesta verbal.
La respuesta, en este caso, fue corporal.
Acerco suavemente su mano a la mejilla de Laura para limpiarle la lágrima que caía por el pómulo.
Apartó sutilmente el mechón de pelo hacia atrás y se acerco lentamente.

A ella le faltaba el aire. El estomago se encogió y las ganas de que la besara aumentaban a medida que se acercaba.
Ella cerró los ojos.
Él se acercó al oído.

“si considerara que tengo una sola oportunidad contigo, lo habría intentado desde el día que llamé a la puerta de tu casa…”

Laura se separó de él, lo miró y le entró la risa.

“y ahora dime, peculiar vecina alocada, ¿estas bien?”

No podía responder. La situación era tan surrealista a la par que romántica que no quería romper el momento…

¿qué? No me mires así, ¡yo también tengo mirilla en la puerta! ¿Has cenado?”
“No…”
“vamos”

De camino al local de tacos de la calle Fuencarral, se pusieron al día de sus vidas. La conversación no fue nada del otro mundo, simplemente un “este soy yo” “y esta yo”.  Nada original salvo la absoluta sinceridad con la que los dos destaparon sus cartas de presentación.

4 horas hasta la vuelta a casa. Ni relojes, ni móviles, ni interrupciones de ningún tipo. Solo ellos.

“¿te puedo preguntar por qué estas triste?”
“eeeeehhh! ¿Y tú que sabes Sherlock Holmes? Si no he parado de sonreír ni un minuto…”
“Son tus ojos los que no lo hacen. Hablan de tristeza y miedo”
“Es una historia complicada y larga con la que no te voy a aburrir en nuestra primera cita…”
“¿cita, eh? ¿Primera? así que… ¿te gusto un poco y te gustaría repetir?”
“¡oye!”

Roja como un tomate no supo qué mas añadir.
Pero no hizo falta y tampoco le hubiese dado tiempo.
A la que agachó la cabeza el le subió la cara con la mano y la besó.
Después de desearlo durante la noche, la besó.
Un beso dulce pero contundente.
Un beso que tenía el sabor del primero y la complicidad del último.
Un beso que les hizo quedarse en silencio en el camino de vuelta a casa.
Pero un silencio cómodo. Un silencio más cómodo que cualquier palabra que se hubiesen dicho en ese momento.

Cruce de miradas, de roce de manos, de otros besos como ningún otro beso robados por las calles de Madrid…

“pues aquí nos separamos…”
“si…en realidad unos metros”
“si… que descanses. Me lo he pasado muy bien”
“Que descanses…”

Cerró la puerta de casa, asomándose a toda prisa a la mirilla.
Antes de cerrar, él miró al huequecito de la misma y le guiñó un ojo.
Cerró corriendo la tapa de la mirilla como si la hubieran pillado haciendo algo malo.

pero ¿a ti que coño te pasa eh?”
“Hola gorda”
“Te he llamado 30 veces tía. Hace 6 horas que te fuiste y no sabía nada de ti”
“Es Manu, Ana”
“¿Qué? ¿Qué Manu? ¿De qué me estas hablando ahora?”
“La carta me la ha escrito Manu, mi hermano tía”
“¿El caniijo?… Oh Dios, Lau, ahora que lo dices, tiene todo el sentido del mundo…”
“y estas 6 horas he estado con él…”
“¿con Manu? ¿Está aquí?”
“No, con Alex, el vecino”
“¿el buenorro?”
“nos hemos besado”
“¿ya? ¿TÚ?”
“Me gusta. Mucho”
“Ay mi madre Lau… ¿y qué vas a hacer? ¿Vas a volver a casa? ¿vas con tu padre y con tu hermano a echarles una mano? ¿Te vas a quedar? ¿Qué vas a hacer con Alex?”
“Me voy a la cama gorda, buenas noches…”
“pero, ¡tía! No me puedes dejar así”

“buenas noches gorda, te quiero”

domingo, 20 de octubre de 2013

LAURA (PARTE V)

Llegó a casa dando un portazo. Dejó la caja encima de la mesa y Ana salió del baño con la fregona en la mano.

“Lau… eh… ¿Qué te pasa mi niña? ¿Por qué lloras?”
“No entiendo nada tía… En serio… ¿quién puede querer jugar así conmigo? Te juro que el otro día pensaba si en algún momento le he hecho daño a alguien como para que se vengue…”
“¡Por favor! Deja de decir tonterías… si tú no eres capaz de hacerle daño ni a un pollo…pero necesito algún dato más tía… ¿es por el paquete que ha llegado? ¿Qué era?”
“míralo tu misma…”

Ana abrió la caja y sacó el collar. Lo cogió y se lo puso a Laura en el cuello.

“Vamos a averiguar de que va todo esto, te lo juro”
“¿ahora jugamos a los detectives?... me voy a duchar tía… muchas sensaciones de golpe”
“vale, pero cuidado con el suelo, que está mojado…”

Ana hizo  un gesto con su cara de “Lo siento” y Laura entro al baño riéndose y moviendo la cabeza de lado a lado…
Puso música alta, y desnudándose no paraba de pensar en quién podría ser aquel tipo que quería hacerle daño…

“Naaa… aquel picha-floja era un cobarde como para meterse en mi casa… además no sabe ni si quiera que me he mudado… estará ocupado metiendo lengua…”

Ana, mientras tanto, siguió limpiando el desorden de la noche anterior…
Se puso a limpiar la mesa, cogiendo la caja y lanzándola hasta la cama que estaba a 4 metros más o menos… pero sin llegar a tocar la cama y cayendo directamente al suelo.

mieeeerda, luego la recojo”

Siguió limpiando el cristal de la mesa del salón mientras Laura salía del baño envuelta en 2 toallas: una al pelo y otra al cuerpo.


“¿estás mejor?”
“Mejor… ¿quieres un té?”
“si, genial”
“¿quieres dejar de recoger y esperar a que me vista y te ayude, porfa?”
“¡¡si ya esta!! Lo bueno de las casas pequeñas es que las limpias soplando”
“anda, haz tú el té mientras me visto”

Al entrar en la habitación cogió la caja que estaba tirada en el suelo…

“bueno, esto podemos tirarlo ya ¿no?”

Y al cogerla…

“pero… ¿qué? ¡ANA!¡MÍRA, VEN!”
“¿Qué tía, qué?… ¡ay mi madre!”

La caja al caer al suelo de golpe, había descubierto un sobrefondo con un sobre pegado.

“a ver…”
“¡¡espera! ¿Y si han echado veneno en la hoja como en la peli de “El nombre de la rosa?”
“¡Anda ya Ana! No me seas peliculera ¿eh?”
“¡Ooooh! Perdona, es que a mí nunca me había pasado esto antes, llámame rara… gente que entra en mi casa, collares que desaparecen y reaparecen después en cajas con compartimentos secretos… muy normal todo… pero la peliculera soy yo”
“shhh! A ver, ¡es una carta escrita a mano!
“¿qué dice…?”

Querida Laura:
Todos estos años has sido mi inspiración para muchas cosas, en realidad para las fundamentales de mi vida. Me enseñaste que los valores más importantes son la familia y el respeto, y que uno de los peores defectos que puede tener alguien es el egoísmo…

“¡¡qué fuerte tía, es alguien que te conoce!!”
“¡¡Ana!! Shhhhh...”

Me enseñaste que ante las situaciones difíciles, hay que sacar pecho y pelear como el mejor guerrero.
Como el guerrero que sabe que va a ganar la batalla.
Pero tu guerra ahora, es otra.
Otra diferente a la mía, cuando en esta batalla deberíamos estar juntos.
Siento haberte dado el susto del collar.
Y siento el desorden de los muebles, pero no me podían pillar porque me la cargaba.
No quise hacerte daño y si lo hice, lo siento en el alma…
Quise que comprendieras mi sensación.
La sensación de perder algo que realmente te importa, que necesitas llevar constantemente contigo para que te de fuerza, que te da esa seguridad única en los momentos de bajón.
Lau, tu eres mi collar… y me has dejado con la yugular al descubierto en la batalla más dura de mi vida.
Ya no soy guerrero, ya no puedo pelear sin mi escudo. Sin ti.
Reacciona.
Los sueños están bien… pero no vale cualquier momento…
Te quiero y te necesito.

“¿¿y YA??”
“ya… no pone nada más…”
“¡déjame la caja! Igual tiene otro compartimento que no hemos visto…¡¡EH!!¡¡LAU!! ¡¡VUELVE CONMIGO!!”

“Ya, si, si… eh… toma…”

martes, 15 de octubre de 2013

LAURA (PARTE IV)

Anda que… a ti ya te vale ¿eh? ¿Dónde estabas?”
“Lo siento gorda… Me ha pasado algo bastante raro, la verdad”
“¿me lo puedes contar comiendo? Tengo el estómago que no para de hacer “gru-gru”

Llegaron a un japo que está cerca de la plaza de Santa Ana.
Laura la puso al día de su extraña mañana y se centró sobre todo en aquella anciana que se había ganado su curiosidad y cariño en tan poco tiempo.

“Siempre has sido demasiado sensible tía…”
“Que no Ana, tenías que haberla visto… tiene algo, en serio”
“¿Arrugas?”
“De verdad que no se te puede contar nada en serio, ¡todo te lo tomas a coña!”
“no te enfades… es que siempre te pasan cosas de estas y siempre acabas metiéndote en unos fregaos emocionales que “pa´que”

Estaban por el primer plato, cuando dos chavales llegaron a su mesa de cuatro personas.

“¡Hola! Disculpad chicas, ¿os importa que compartamos mesa? Es la única posibilidad que nos dan, todo está lleno”
“¡Claro chulazo! Sentaros a nuestra vera…”

Ana tenía una facilidad de tratar al género masculino que no era ni medio normal. La verdad que en ese sentido Laura era más tímida.

“Gracias…”

La verdad que el chaval no estaba nada mal y a Ana le había faltado tiempo para darse cuenta. Alto, ojos verdes, buena planta… no, no estaba nada mal. ¿Su amigo? Ni se fijaron en él. Del montón. Saludó con un tímido “Que hay” y se sentó sin mediar palabra al lado de Laura.

Ana hizo ese gesto habitual en ella de abrir mucho los ojos y sacar morritos… Ese que siempre hace cuando algo o alguien le gusta y no puede decirlo.

“Bueno, pues lo que te decía, María tiene ángel…”
“Si, claro que si… Oye moreno, y ¿Solís venir mucho por aquí?”
“La verdad es que no, hemos acabado aquí de casualidad…”
“¡¡como nosotras!! Mira que es sabio el destino…”

Ya está. Ya no existía nadie más en la mesa. Se pusieron a hablar entre los dos, dejando de lado a Laura y el chavalin tímido.

“Pues se ha quedado buena tarde ¿eh?”
“Si… ¿siempre te hace lo mismo?”
“Siempre. ¿A ti?”
“Si. Y la verdad que siempre acabamos igual. Me enfado con él, me pide perdón, me asegura que no volverá a pasar y siempre pasa igual”
“Si, jejeje, se bien lo que me dices. ¿No te pasa que cuando salís por la noche le da igual cómo sea la chica, que se pone a tontear con ella?”
“¡Si! Que yo pienso “mira que estoy desesperado, pero vamos, ni con un palo…”
“jejejejejeje”

Se generó de repente una complicidad entre los dos brutal.
Tanto, que hasta Ana y su nuevo ligue de ojos verdes dejaron de hablar entre ellos, intentando entender porqué aquellos dos se reían tanto.

“Bueno qué tortolitos… ¿por qué tanta risa?”
“Nada Ana, nada ¿has terminado? tengo que seguir con la ruta…”
“Si, si. Vamos. Bueno Jose, lo dicho, nos decimos algo esta semana. Guárdate el número bien ¿eh?”

“¿Espero que no te parezca inoportuna la pregunta Laura, pero qué ruta estas haciendo?”
“Tranqui Juanma. Estoy buscando curro. Necesito un trabajo a media jornada que me suponga un respiro para llegar a fin de mes”
“¿Estas de coña? ¡¡Es la leche!! Estoy buscando recepcionista en mi clínica de fisioterapia por las tardes. Sería  de 4 a 9”
“¿Qué? Jejeje, hay Juanma, qué curioso el destino a veces… ¿y cuándo dices que empiezo?”
“¡Mañana mismo! Pásate como a las 3 y así te explico todo con calma, aunque es muy sencillo. Mira, en  la tarjeta está la dirección y mi teléfono. Generalmente hago la típica entrevista aburrida de trabajo, pero me voy a fiar del buen rollo que me transmites”

Que maravilla cuando la vida se pone a favor de uno. Dicen que después de la tormenta llega la calma y todo parecía indicar que le tocaba “la calma” a Laura.

“¡Super majo tía! Y mira que yo no soy muy de calar a la gente de primeras, pero este chico tiene rollo…”
“Lau, de verdad, este chico era un soso y punto. Ni si quiera estaba bueno”
“Gorda, por favor, ¿podrías dejar de pensar por un segundo en guarrear con chicos y escuchar? ¡Que me ha ofrecido trabajo!”
“¿En serio? ¡¡Enhorabuena!! Fíjate que ya me parece hasta un poco más mono…”
“Espera, espera…”

En el descansillo de casa se pararon en seco. Laura estaba blanca.

“otra vez no… no me lo puedo creer…”
“¡Tía! ¿Dónde crees que vas? ¡¡Lau!! ¿Y si hay alguien?”
“Pues si hay alguien me va a oír… ya esta bien ¿no?”

Entró decidida aunque, para qué mentir, acojonada, en casa. En esta ocasión, sólo estaba la puerta abierta. Los muebles intactos. No parecía haber nadie… hasta que se cerró la puerta del baño”

“¿Quién está ahí?” (Cogió el rodillo de amasar de  la encimera) “sal que te vea cabrón”

Un señor de unos 50 años aproximadamente vestido con mono azul salió del baño… con las manos en alto.

“¿Señorita Laura?”
“¿Y usted quien es y qué hace en mi casa?”
“Lo siento muchísimo señorita. Soy el portero. Discúlpeme, no solemos entrar en las casa a no ser que sea una urgencia. No tengo su contacto. Y está inundando la casa del vecino de abajo, porque no ha cerrado bien el grifo…”
Laura miró a Ana que estaba asomada en la puerta de la entrada…
“UPS…”

“Lo siento mucho, disculpe por las molestias…”
“No hay problema, pero tendrá que hablar con el vecino para la reparación. Por cierto, le ha llegado un paquete esta mañana a la conserjería y tiene el buzón lleno señorita…”
“Vaya… si, lo siento, soy un desastre, espere que le acompaño y así me da el paquete”

De la que salía Ana se apartó de la puerta con cara de disculpa…
“Tía, lo siento, la resaca…”
“Shhh… ya hablamos luego…”

Llegando a la conserjería después de un incomodo silencio de 10 minutos…
“Pues fíjese que es raro, porque un paquete… no creo que mi padre me haya mandado nada… ¿Y lo trajo un mensajero?”
“No, no. Un chaval que dijo que te conocía. Mira, este es”
“¿un chaval? ¿No le dio ningún nombre, o un sobre, o algo…?”
“sólo esto…”

De camino a casa desenvolvió el paquete de color azul. Ni nota, ni sobre… nada.
Sólo una caja. Negra. Del tamaño de un folio. La abrió….

“No me lo puedo creer… ¿Qué broma macabra es esta?”
El collar que le habían robado de su madre.


sábado, 12 de octubre de 2013

LAURA (PARTE III)

La cabeza parecía que le iba a estallar. No sabía ni qué hora era, ni por qué sonaba el despertador…
Desorientada miró a la mesa del salón. Contó los 20 botellines de cerveza, con un ojo cerrado por la claridad y el sueño.
Cuando se levantó del sofá, notó el latigazo en el cuello… Quedarse K.O allí no había sido la mejor idea, estaba claro.

Esquivó a Ana, que estaba tirada en la alfombra, tapada con una toalla del baño y el abrigo a modo de almohada…
“Otra que se va a levantar con el cuello hecho polvo…”

Sonrió al verla y al acordarse de la noche de adolescentes que habían pasado.
No había café en la cafetera y tampoco tenía ganas de prepararlo, así que se metió derecha a la ducha, le pegó una nota a Ana en la frente  y salió a por su objetivo de hoy: trabajo.

“Miki, ¿cómo estas tío? Soy Laura, de tu clase de Jazz. Oye, en el local donde curras los findes, no buscaran a alguien más ¿no?.... ya… si, claro, pues si en algún momento hay una baja, dime algo porfa. Venga, nos vemos el lunes… gracias tío”

Mierda… bueno, todo a la primera no puede ser…

Se acercó hasta el café de la esquina, no solía ir nunca, era un antro… pero hoy eso daba igual, necesitaba café en vena.

“¡Luis! Hola, soy Laura, la del pueblo. Si, estoy en la Capi. Oye tío, cuando viniste a estudiar aquí, no te quedarías con el contacto de tu jefe de curro ¿no?... claro, entiendo… si, ha pasado mucho tiempo ya… venga Luis, gracias igualmente!”

Repasó su agenda varias veces, aunque no era nada espectacular. Poca gente de su entorno había salido del pueblo, y de Madrid a penas conocía gente.
Paseó por los locales, en busca de lo que fuera: tiendas de ropa, bares, restaurantes, locales de copas… incluso entró en algunos de ellos preguntando por algún puesto, el que fuese.
No era el día. Ni la semana. Ni por lo que le decían, el año.

El móvil vibró en el bolsillo.
“¿Si?... jajaja, están en el primer cajón del baño ¡borracha! Anda que, vaya buena amiga estas hecha… Si tía, desde las 10:00 dando vueltas y preguntando en locales y nada… ¿dónde quieres comer? Vale, en 15 minutos te veo allí”

Un pitido de coche llamó su atención…

“¡¡EH!! ¿Y a ti que te pasa subnormal?”

Ayudó a la anciana a recoger las bolsas que se le habían caído en la carretera mientras cruzaba. Y el coche siguió pitando…

“Perdone señora… ahora estoy con usted, no se mueva”
Se fue derecha a la ventanilla del piloto, dio 3 golpecitos en la ventana, y la macarra que iba en el coche bajó el cristal.

“¿Y a ti que te pasa guapita?”
Mascaba chicle con la boca abierta y haciendo un ruido asqueroso que le resonaba en la cabeza…

“Podrías dejar de tocar el pito por favor. No vamos a tardar menos por que estés insistiendo con el ruidito ¿Sabes?”
“¿podrías apartarte tu, guapita y quitar al vejestorio ese de delante para que pueda seguir?”

Hay algo que era superior a sus fuerzas: la mala educación y sobre todo la falta de respeto a los ancianos… Cuando ocurría esto, era como despertar a la bestia.
Abrió despacio la puerta del piloto. Agarró a la macarra de la coleta y la forzó a bajar, mientras la tipa gritaba todo tipo de insultos y cagamentos.

“Bien, ayuda a la señora y discúlpate”
“te voy a matar zorra, en cuanto  me sueltes te mato”

Un golpe seco en la parte posterior de las rodillas hizo que se flexionase. Los dos brazo agarrados con la izquierda y con la derecha la coleta. Parecía una  marioneta pequeña con muy mala leche.

“Bieeeeen, te lo volveré a repetir. Ayuda a la señora y discúlpate”

La tipa comenzó a recoger la compra de la señora y, tras esto, le pidió perdón.
Laura la soltó, ayudando a levantarse a la señora del suelo.
La macarra del SEAT amarillo no hizo ni el ademán de encararse. Subió a su coche sin rechistar y tiró de largo.
Por fin habían servido de algo las batallas con los malotes del pueblo…

“Hija, no tenías que haber hecho eso, te podía haber sacado una navaja o algo así…”
“pero no lo ha hecho señora. ¿Está bien? ¿Puedo ayudarla? ¿Hacia dónde va?
“Voy dos calles más allá. Te lo agradezco hija, ya no puedo con las bolsas…”
“déjeme, yo las llevo. Me llamo Laura, encantada de conocerla”
“Soy María hija. Y tu un auténtico ángel”

No pararon de hablar hasta llegar a casa de María. Vivía en un tercero sin ascensor, era viuda, sin hijos en Madrid y con 3 operaciones de cadera encima. No solía bajar a la calle por que ya no podía con su alma…
Subo las bolsas y bajo a por usted, espere aquí sentada María”
“¡Ay hija! Créeme que no me voy a mover de aquí”

De pronto aquella señora de arrugas marcadas y pelo blanco tenía algo especial. A parte de lo dulce y agradecida que era, tenía algo en su mirada. Una historia, una vida que llamó la atención de Laura.

“Un escalón más y superado María. Ya estamos”
“Pasa hija, no te quedes en la puerta…”

Era un piso modesto aunque muy acogedor. Olía a canela toda la casa. Tenía fotos en cada rincón. Y muchos adornos pequeños, ¡muchísimos! Figuritas de mármol de todos los tamaños, muñecos, cajitas, joyeros…

“tiene una casa preciosa María”
“Ahora está desangelada… tenías que haberla conocido cuando mis nietos revoloteaban por los pasillos… que granujillas, ahora estarán hechos unos hombrecitos”
“¿hace mucho que no los ve?”
“¡Años hija! Mi hija se fue con su marido a un país de estos que van las mujeres con velo en la cara. Y mis otros dos hijos, uno falleció hace un año y el otro está en Alemania con su negocio de coches. Le va muy bien…”
“¿y su marido?”
“falleció hace 3 años… era lo más grande de mi vida. Le enterré y con él mi alma…”
“lo siento mucho… entonces, ¿a quién tiene en Madrid?”
“A Petri”
“¿su amiga?”
“Mi periquito, mira, ven”

La historia de María le había tocado el corazón. Eso es al final la vida. Lo das todo por los tuyos y cuando ya te han exprimido todo, hacen su vida y te dejan de lado… eso somos los hijos. Egoístas por naturaleza.
El móvil comenzó a sonar…

“¡¡Ana!! ¡¡Voy!! 10 minutos y estoy”
“¿te vas hija? ¿No te quieres quedar a  comer? Tengo puchero”
“Se lo agradezco en el alma María, pero tengo a mi amiga esperando en la plaza… ¿mañana tal vez?”
“¡Claro hija! Aquí estaré… no puedo hacer otra cosa…”

Comenzó a reírse y Laura también, sin saber  muy bien de qué.
“¿A las 2:00 está bien?”
“A las 2:00 es perfecto”
“mañana la veo María”
“Hasta mañana hija”

Se fue con una sensación de plenitud que hacía tiempo que no sentía.
Era la sensación de saber que en esos 30 minutos que había estado con alguien, había significado algo importante para esa persona. Se sentía útil. Se sentía más persona.


“María, por qué extraño motivo se habrán cruzado nuestros caminos en este momento…”