“maldito
mico…”
“¿qué?
Lau tía… ¿sabes quién es?”
“Ana,
necesito estar sola, vengo ahora”
Cogió una chaqueta y las llaves,
sin dejarle a Ana la oportunidad de decir nada más.
Bajó andando, estaba lo suficientemente
nerviosa y ansiosa por salir, que el ascensor no era buena idea.
Se fue al sitio, a su rincón de
Madrid.
Estaba a unos 25 minutos de casa,
pero le daba igual. Necesitaba aire. Necesitaba decidir.
Ya en el Templo de Debot y después
de sentarse en el borde de la fuente, sacó del bolsillo la carta que había
encontrado en la caja.
Un párrafo, el párrafo que trastocó
su plan:
“Pero tu guerra ahora, es otra. Otra
diferente a la mía, cuando en esta batalla deberíamos estar juntos”
“¿y
qué se supone que tengo que hacer eh?”
Cogió entre sus manos el collar de
su madre que tenía colgado al cuello.
“¿No se supone que la vida es una, que hay que luchar por los sueños, que
hay que escoger el camino que uno considera que le hace feliz?”
Se secó las lágrimas con la manga
de la chaqueta y se tumbó sobre el murete de la fuente.
El cielo estaba estrellado con una
inmensa luna llena iluminando las penumbras de Madrid.
“Si
tú estuvieses aquí, nada de esto sería tan difícil… mamá, necesito que me des
una pista. Recuerdo cada una de las conversaciones que tuvimos, pero me debes las que quedaron
pendientes, todas las dudas que ahora tengo y no te puedo preguntar. Todos los
miedos, las inquietudes, los consejos que ahora me hacen tanta falta. ¿Debo de
hacer lo que debo o lo que me gustaría hacer?”
“¡Hola!
¿Estas bien?”
Una cara del revés se puso encima
de la suya.
¡Era él! Con su pantalón corto de
correr y su camiseta blanca.
No lo volvió a ver desde ese “no
reconocimiento” en el mismo lugar.
Esta vez no podía cagarla, estaba
claro.
Esta vez se debía presentar como se
debe a su “vecino el guaperas”
“¡Hola! Pero… espera un momento ¿cómo sabes que soy yo?”
“¿cómo
dices?”
“¡Si!
Si no me he presentado cara a cara, ¿cómo sabes que soy yo?”
“¿y
cuál es la otra opción si no eres tú?”
Laura se incorporó y su vecino se sentó
al lado.
“¿te lo ha dicho el portero?”
“puede
ser… o puede ser que al verte sepa que eres tú porque sólo tú puedes ser así”
“¿estás
loco?”
“¿y
tú?”
Se rascó la oreja izquierda
mirándole a los ojos, y después de unos segundos, se puso el collar al cuello y
siguió…
“no sabes quién soy ¿verdad?”
“no
tengo la menor idea, pero te puedo asegurar que está siendo uno de los momentos
más raros de mi vida…”
“¿te
parezco guapa?”
“Sin
duda”
“¿por
eso te has acercado?”
“En
realidad si hubieses sido una anciana de 80 años, creo que lo habría hecho
igualmente… no me gusta ver a una mujer llorar, sea como sea”
“ah…
entonces ¿no quieres ligar conmigo?”
Un silencio entre los dos,
mirándose a los ojos, fijamente.
No hubo respuesta verbal.
La respuesta, en este caso, fue
corporal.
Acerco suavemente su mano a la
mejilla de Laura para limpiarle la lágrima que caía por el pómulo.
Apartó sutilmente el mechón de pelo
hacia atrás y se acerco lentamente.
A ella le faltaba el aire. El
estomago se encogió y las ganas de que la besara aumentaban a medida que se
acercaba.
Ella cerró los ojos.
Él se acercó al oído.
“si
considerara que tengo una sola oportunidad contigo, lo habría intentado desde
el día que llamé a la puerta de tu casa…”
Laura se separó de él, lo miró y le
entró la risa.
“y
ahora dime, peculiar vecina alocada, ¿estas bien?”
No podía responder. La situación
era tan surrealista a la par que romántica que no quería romper el momento…
“¿qué? No me mires así, ¡yo también tengo mirilla en la puerta! ¿Has
cenado?”
“No…”
“vamos”
De camino al local de tacos de la
calle Fuencarral, se pusieron al día de sus vidas. La conversación no fue nada
del otro mundo, simplemente un “este soy yo” “y esta yo”. Nada original salvo la absoluta sinceridad con
la que los dos destaparon sus cartas de presentación.
4 horas hasta la vuelta a casa. Ni
relojes, ni móviles, ni interrupciones de ningún tipo. Solo ellos.
“¿te
puedo preguntar por qué estas triste?”
“eeeeehhh!
¿Y tú que sabes Sherlock Holmes? Si no he parado de sonreír ni un minuto…”
“Son
tus ojos los que no lo hacen. Hablan de tristeza y miedo”
“Es
una historia complicada y larga con la que no te voy a aburrir en nuestra
primera cita…”
“¿cita,
eh? ¿Primera? así que… ¿te gusto un poco y te gustaría repetir?”
“¡oye!”
Roja como un tomate no supo qué mas
añadir.
Pero no hizo falta y tampoco le
hubiese dado tiempo.
A la que agachó la cabeza el le
subió la cara con la mano y la besó.
Después de desearlo durante la
noche, la besó.
Un beso dulce pero contundente.
Un beso que tenía el sabor del
primero y la complicidad del último.
Un beso que les hizo quedarse en
silencio en el camino de vuelta a casa.
Pero un silencio cómodo. Un
silencio más cómodo que cualquier palabra que se hubiesen dicho en ese momento.
Cruce de miradas, de roce de manos,
de otros besos como ningún otro beso robados por las calles de Madrid…
“pues
aquí nos separamos…”
“si…en
realidad unos metros”
“si…
que descanses. Me lo he pasado muy bien”
“Que
descanses…”
Cerró la puerta de casa, asomándose
a toda prisa a la mirilla.
Antes de cerrar, él miró al
huequecito de la misma y le guiñó un ojo.
Cerró corriendo la tapa de la
mirilla como si la hubieran pillado haciendo algo malo.
“pero ¿a ti que coño te pasa eh?”
“Hola
gorda”
“Te
he llamado 30 veces tía. Hace 6 horas que te fuiste y no sabía nada de ti”
“Es
Manu, Ana”
“¿Qué?
¿Qué Manu? ¿De qué me estas hablando ahora?”
“La
carta me la ha escrito Manu, mi hermano tía”
“¿El
caniijo?… Oh Dios, Lau, ahora que lo dices, tiene todo el sentido del mundo…”
“y
estas 6 horas he estado con él…”
“¿con
Manu? ¿Está aquí?”
“No,
con Alex, el vecino”
“¿el
buenorro?”
“nos
hemos besado”
“¿ya?
¿TÚ?”
“Me
gusta. Mucho”
“Ay
mi madre Lau… ¿y qué vas a hacer? ¿Vas a volver a casa? ¿vas con tu padre y con
tu hermano a echarles una mano? ¿Te vas a quedar? ¿Qué vas a hacer con Alex?”
“Me
voy a la cama gorda, buenas noches…”
“pero,
¡tía! No me puedes dejar así”
“buenas
noches gorda, te quiero”
Muy muy bueno, sinceramente no soy muy de estos textos con ese toque de romanticismo, pero lo escribes con tal sencillez que no resulta pesado de leer, congratulations¡
ResponderEliminarQuisiera aprovechar para compartir contigo el nuevo post de mi blog http://www.pablocavaharinero.blogspot.com.es/2013/10/sobre-la-derrota.html , espero que te guste. Buen jueves¡¡
Que bonito, muy romántico. Nunca se sabe donde llegará...
ResponderEliminarA mi me gusta y me tiene enganchado, como la mayoría de los que post que has hecho, lo único que es Templo de Debod con d, sé que Debot mola más y podríamos hacer una propuesta para cambiar el nombre y que lo pondrás como quieras, pero bueno ahí lo dejo. Y has pensado en escribir un libro? yo lo compraría.
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