sábado, 12 de octubre de 2013

LAURA (PARTE III)

La cabeza parecía que le iba a estallar. No sabía ni qué hora era, ni por qué sonaba el despertador…
Desorientada miró a la mesa del salón. Contó los 20 botellines de cerveza, con un ojo cerrado por la claridad y el sueño.
Cuando se levantó del sofá, notó el latigazo en el cuello… Quedarse K.O allí no había sido la mejor idea, estaba claro.

Esquivó a Ana, que estaba tirada en la alfombra, tapada con una toalla del baño y el abrigo a modo de almohada…
“Otra que se va a levantar con el cuello hecho polvo…”

Sonrió al verla y al acordarse de la noche de adolescentes que habían pasado.
No había café en la cafetera y tampoco tenía ganas de prepararlo, así que se metió derecha a la ducha, le pegó una nota a Ana en la frente  y salió a por su objetivo de hoy: trabajo.

“Miki, ¿cómo estas tío? Soy Laura, de tu clase de Jazz. Oye, en el local donde curras los findes, no buscaran a alguien más ¿no?.... ya… si, claro, pues si en algún momento hay una baja, dime algo porfa. Venga, nos vemos el lunes… gracias tío”

Mierda… bueno, todo a la primera no puede ser…

Se acercó hasta el café de la esquina, no solía ir nunca, era un antro… pero hoy eso daba igual, necesitaba café en vena.

“¡Luis! Hola, soy Laura, la del pueblo. Si, estoy en la Capi. Oye tío, cuando viniste a estudiar aquí, no te quedarías con el contacto de tu jefe de curro ¿no?... claro, entiendo… si, ha pasado mucho tiempo ya… venga Luis, gracias igualmente!”

Repasó su agenda varias veces, aunque no era nada espectacular. Poca gente de su entorno había salido del pueblo, y de Madrid a penas conocía gente.
Paseó por los locales, en busca de lo que fuera: tiendas de ropa, bares, restaurantes, locales de copas… incluso entró en algunos de ellos preguntando por algún puesto, el que fuese.
No era el día. Ni la semana. Ni por lo que le decían, el año.

El móvil vibró en el bolsillo.
“¿Si?... jajaja, están en el primer cajón del baño ¡borracha! Anda que, vaya buena amiga estas hecha… Si tía, desde las 10:00 dando vueltas y preguntando en locales y nada… ¿dónde quieres comer? Vale, en 15 minutos te veo allí”

Un pitido de coche llamó su atención…

“¡¡EH!! ¿Y a ti que te pasa subnormal?”

Ayudó a la anciana a recoger las bolsas que se le habían caído en la carretera mientras cruzaba. Y el coche siguió pitando…

“Perdone señora… ahora estoy con usted, no se mueva”
Se fue derecha a la ventanilla del piloto, dio 3 golpecitos en la ventana, y la macarra que iba en el coche bajó el cristal.

“¿Y a ti que te pasa guapita?”
Mascaba chicle con la boca abierta y haciendo un ruido asqueroso que le resonaba en la cabeza…

“Podrías dejar de tocar el pito por favor. No vamos a tardar menos por que estés insistiendo con el ruidito ¿Sabes?”
“¿podrías apartarte tu, guapita y quitar al vejestorio ese de delante para que pueda seguir?”

Hay algo que era superior a sus fuerzas: la mala educación y sobre todo la falta de respeto a los ancianos… Cuando ocurría esto, era como despertar a la bestia.
Abrió despacio la puerta del piloto. Agarró a la macarra de la coleta y la forzó a bajar, mientras la tipa gritaba todo tipo de insultos y cagamentos.

“Bien, ayuda a la señora y discúlpate”
“te voy a matar zorra, en cuanto  me sueltes te mato”

Un golpe seco en la parte posterior de las rodillas hizo que se flexionase. Los dos brazo agarrados con la izquierda y con la derecha la coleta. Parecía una  marioneta pequeña con muy mala leche.

“Bieeeeen, te lo volveré a repetir. Ayuda a la señora y discúlpate”

La tipa comenzó a recoger la compra de la señora y, tras esto, le pidió perdón.
Laura la soltó, ayudando a levantarse a la señora del suelo.
La macarra del SEAT amarillo no hizo ni el ademán de encararse. Subió a su coche sin rechistar y tiró de largo.
Por fin habían servido de algo las batallas con los malotes del pueblo…

“Hija, no tenías que haber hecho eso, te podía haber sacado una navaja o algo así…”
“pero no lo ha hecho señora. ¿Está bien? ¿Puedo ayudarla? ¿Hacia dónde va?
“Voy dos calles más allá. Te lo agradezco hija, ya no puedo con las bolsas…”
“déjeme, yo las llevo. Me llamo Laura, encantada de conocerla”
“Soy María hija. Y tu un auténtico ángel”

No pararon de hablar hasta llegar a casa de María. Vivía en un tercero sin ascensor, era viuda, sin hijos en Madrid y con 3 operaciones de cadera encima. No solía bajar a la calle por que ya no podía con su alma…
Subo las bolsas y bajo a por usted, espere aquí sentada María”
“¡Ay hija! Créeme que no me voy a mover de aquí”

De pronto aquella señora de arrugas marcadas y pelo blanco tenía algo especial. A parte de lo dulce y agradecida que era, tenía algo en su mirada. Una historia, una vida que llamó la atención de Laura.

“Un escalón más y superado María. Ya estamos”
“Pasa hija, no te quedes en la puerta…”

Era un piso modesto aunque muy acogedor. Olía a canela toda la casa. Tenía fotos en cada rincón. Y muchos adornos pequeños, ¡muchísimos! Figuritas de mármol de todos los tamaños, muñecos, cajitas, joyeros…

“tiene una casa preciosa María”
“Ahora está desangelada… tenías que haberla conocido cuando mis nietos revoloteaban por los pasillos… que granujillas, ahora estarán hechos unos hombrecitos”
“¿hace mucho que no los ve?”
“¡Años hija! Mi hija se fue con su marido a un país de estos que van las mujeres con velo en la cara. Y mis otros dos hijos, uno falleció hace un año y el otro está en Alemania con su negocio de coches. Le va muy bien…”
“¿y su marido?”
“falleció hace 3 años… era lo más grande de mi vida. Le enterré y con él mi alma…”
“lo siento mucho… entonces, ¿a quién tiene en Madrid?”
“A Petri”
“¿su amiga?”
“Mi periquito, mira, ven”

La historia de María le había tocado el corazón. Eso es al final la vida. Lo das todo por los tuyos y cuando ya te han exprimido todo, hacen su vida y te dejan de lado… eso somos los hijos. Egoístas por naturaleza.
El móvil comenzó a sonar…

“¡¡Ana!! ¡¡Voy!! 10 minutos y estoy”
“¿te vas hija? ¿No te quieres quedar a  comer? Tengo puchero”
“Se lo agradezco en el alma María, pero tengo a mi amiga esperando en la plaza… ¿mañana tal vez?”
“¡Claro hija! Aquí estaré… no puedo hacer otra cosa…”

Comenzó a reírse y Laura también, sin saber  muy bien de qué.
“¿A las 2:00 está bien?”
“A las 2:00 es perfecto”
“mañana la veo María”
“Hasta mañana hija”

Se fue con una sensación de plenitud que hacía tiempo que no sentía.
Era la sensación de saber que en esos 30 minutos que había estado con alguien, había significado algo importante para esa persona. Se sentía útil. Se sentía más persona.


“María, por qué extraño motivo se habrán cruzado nuestros caminos en este momento…”

1 comentario:

  1. Muy buenos días. Soy Andrea González Gil, estudiante de segundo de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos. Para la asignatura de Géneros Informativos e Interpretativos en Prensa, nos han mandado realizar una entrevista y un reportaje. A mí me encantaría entrevistarte.¿Sería posible que me concedieras una entrevista? Muchas gracias de antemano y un saludo.

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