Vivimos en la mayoría de las
ocasiones, por y para agradar al mundo que nos rodea.
Un mundo al que no conocemos, gente
con la que no hablaremos y que posiblemente no volvamos a ver en la vida…
Nuestros miedos e inseguridades por
el qué dirán coartan nuestras acciones.
Limitan nuestros deseos.
Cambian nuestra personalidad
Dejamos que esas miradas dañinas,
que juzgan sin conocer, que hablan sin saber, sean capaces de privarnos de
disfrutar del tiempo que no volverá
¿Por qué?
Siempre he sido muy observadora
Me gusta ver el comportamiento de
la gente
Imaginar cómo será su día a día por
sus gestos, su tono de voz, su manera de caminar.
Observo e imagino, pero desde hace
años aprendí a no juzgar.
¿Cuántas veces te ha pasado que,
por aventurarte a adivinar cómo es alguien sin conocerlo, te has equivocado?
¿Cuántas veces eso mismo lo han
hecho contigo?
Y entonces…
¿Por qué ese afán de criticar,
dañar y menospreciar?
¿Con qué derecho?
La mirada
Ahí esta el reflejo de lo que somos
Todo nace y muere ahí
El primer beso se da con los ojos
El dolor se hace evidente en las
lágrimas
Nacemos con los ojos cerrados,
imagino que por el miedo a ver de golpe el mundo que nos espera.
Nacemos con la mirada limpia,
inocente y pura
Pero nos corrompemos
Dejamos de mirar, para juzgar
De ver, para criticar
De observar, para masacrar
Si en los ojos está la puerta del
alma…
¿Cuántas almas has podido ver?
Contadas, casi con una mano…
Cerramos esa puerta con envidia,
celos, egos…
¿Crees que si de verdad dedicásemos
el tiempo a entender, en vez de juzgar, volveríamos a hacerlo?
Limpia tu alma y limpiarás tu
mirada
No juzgues y empezarás a ver
No critiques y empezarás a crecer
Observa y sabrás lo que es aprender
El mundo cambia con el ejemplo, no
con las palabras
Por eso, cierra los ojos, respira
profundo y cuando los abras…
MIRA, OBSERVA, VE
¡Me encanta!
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